Espejo

Reflejo de lo que hacés. Respuesta a tus preguntas. Consecuencia de tus acciones. El siguiente eslabón en la cadena de tus pecados, eso soy. Continúo tus acciones, accedo a tus secretos. Hago caso a tus palabras, y tomo el fruto prohibido de tu mano.



-Así que, ¿sos vos?- no tuve que mirarlo para saber que estaba ahí. Ví su sombra por un instante cuando un relámpago brilló desde atrás nuestro. No respondió, ni si quiera asintió, ¿Así que era él?
- Ahora que estás acá, ¿Qué pretendés hacer?
Intenté disimular mi nerviosismo. Ni en un millón de intentos lo hubiera adivinado.
- Mi peor enemigo, como dijo aquél demonio.
Tomo un sorbo de su Château d'Yquem...
- Bueno, ¿Qué quieres?
- Vos sabés. Y... no me trates de ustéd.
Tuve que girarme, sorprendido al escuchar su voz, no creí que fuera a contestarme.
- Si fuera así, ¿No creés que ya hubiera escapado?
- ¿Tenés miedo?- dijo cortando mi frase a la mitad.
- Sí.
- ¿De qué?- inquirió, levantando una ceja.
- No sé, vos decime- me dí vuelta, para mirarlo.
- Es tan simple, no querés enfrentarte.
- Parece que no era tan simple. Si estoy acá, ¿Cómo decís que no puedo enfrentarme? Hay una puerta a cinco pasos. Hay un arma a veinte centímetros de mi mano.
- Eso no te ayudaría en nada. Aunque no quieras hablarme, ni verme, ni recordarme, tampoco podés escapar de mí- su tono se volvía agresivo.
- ¡En todos éstos años, logré librarme de vos fácilmente!- la conversación se puso tediosa.


Me giré, para mirar la botella de vino casi vacía. Cerca de la pared, la única silla de la habitación estaba ahora vacía. Atormentado, aunque esperanzado al mismo tiempo, me dí vuelta para ver si él seguía ahí. Mi peor enemigo, mi propio reflejo, tenía razón, nunca me libraría de él.