1.07.2010

Romeo y Julieta.

Sorprendiendo a todos, y aún así, superando las espectativas, murió silenciosamente. Se encerró en el baño y transfirió todas las dulces palabras que tenía para él en la tinta con la que escribió sobre el diario de sus últimas horas de vida.
No solo buscó y deseó la muerte, sino que ésta fue el detonante que justificó un amor perdido. Arrebatado por los mismísimos brazos de la noche.
El pálido rostro de la Luna siguió cada trazo de la perfecta caligrafía, pero nada de esto le conmovió ni le hizo gotear.
Al salir del pequeño infierno al que se había sometido, tomó a su amado en brazos, acarició su húmeda nuca entrelazando sus dedos con su grueso cabello. Sin mostrar un mínimo gesto de dolor, mas que la profundidad vacía de sus ojos.

Sus ojos -los ojos-. Los ojos de su amado observaban al infinito, cual niño privado de su alegría, cuando aproximó sus bocas y besó sus labios con el ardor de un disparo.
Así, fundida una parte suya sobre el cuerpo muerto de su esposo, y la otra sobre las sábanas ahora rojas, llegó al fin de sus tiempos.
Luego del invierno y la primavera, el astro plateado que reinaba en la oscuridad extendió un brazo en forma de brisa para acariciar lo que quedaba de tan fuerte romance, conmovido por el diario de Julieta, luego de leerlo por segunda vez.
Una lágrima cayó del Cielo, formando huracanes en su camino, creando una laguna al final de su trayectoria.
Teniendo un desenlace casi tan poético como esta historia de amor. El desenlace perfecto, tan esperado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El pálido rostro de la Luna siguió cada trazo de la perfecta caligrafía

(ME ENCANTO ESO) jaj que bueno que te sientas identificado... son cosas que pasan viste u.u
si te acordás por favor decime... ¡Que feo cuando pasa eso!