5.29.2010

Twins

Tu poca ropa enredada en mis manos. Así como tu pelo, casi atado a ellas, dejandote completamente a mi merced.
Tus gritos podían superar la música que me daba la adrenalina para llegar mas y mas adentro de tu cuerpo.
Tu piel erizada al frío de las tiras de cuero. Tus labios gruesos pidiendo mas. Tenían sed de mi. Sed de...


Detuve mi trazo. La palabra sed me trajo recuerdos distintos a los que intentaba inmortalizar.
Por un momento sentí la presión de tus uñas sobre mi espalda. Y de tus labios sobre los míos. Tu lengua, imperceptible al principio, se convertía en la protagonista.
Ahora el filo de la pluma casi cortando el papel sobre el que escribía me trajo nuevas sensaciones. Nuevas memorias.

- Perdón, estaba distraída... Pensando...
- ¿Qué cosa?
- ¿Puedo lamer tus heridas?- se hizo un silencio en tu cuarto.
- Vos... ¿Me cortarías?
- Claro que si.

El aire que pasaba apresurado por tu garganta, como el suave ardor de la hoja metálica, era lo único que podía escuchar.
Por alguna razón, estos nuevos sentimientos que me dabas, estos deseos que por tanto tiempo enterré, me exitaban de sobre manera.


Una semana era lo único que teníamos, y en ningún momento pensé en volver entero a casa.

Cada vez mas rápido. Sudando mis manos sobre tu columna vertebral, sobre tus costillas. Mordiendo tu pecho, tu cuello. Derramando pequeñas gotas de sabroso deseo, ingiriendo tu vida, para devolverte placer.

Parecía todo moverse en cámara lenta; estirando tu cuello para mi tentación, tocando cada centímetro de mi cuerpo, moviendo tus caderas para unirnos en el morbo de la oscuridad.

- No dejemos que ésta última noche jamás acabe. Bebamos el espeso elixir de la eternidad.

1 comentario:

Aikén Suyai dijo...

Wow, acaso algo puede ser más profundo y más intenso que eso?
Es siniestro, Marco. Magnífico.