¿Recuerdas cuando nos poníamos a oír estas canciones con nuestros ojos cerrados y los labios sellados?
Cuando te sentabas sobre el piano con el vestido rojo que llegaba hasta tus rodillas, y se resvalaba por tu piel blanca. Danzabas a mi alrededor tarareando las notas que llegaban a tu corazón. Girabas sobre tus pies, y te recostabas sobre mi espalda, con tus manos en mis hombros.
Solías besarme mientras tocaba tus canciones, mientras hacíamos el amor. Sentía el fervor crecer, las ganas de volar tomados de la mano. Llegando al estado de paz interior. Profundo como el silencio, pues nuestras miradas todo lo decían. Recorrimos la ciudad por sus Cielos, viviendo momento a momento la escencia que emanabamos. Respirandote. Revolcándonos, deshaciendo las enredaderas. Entibiando mi pecho.
Y todo desembocó en la desesperación. La búsqueda de tus sombras en los bosques densos. Guiado por tu perfume, liderado por mis lágrimas.
¿Quién te arrancó de mi vida tan deprisa? Te encontraré.
Las lianas golpean mis ojos, insectos desconocidos. Me detengo a observar, ¿Dónde estás? Te perdí. Voces y sonidos, ninguno proviene de tu garganta. Sólo el aroma de tu piel puedo sentir. Y la sangre hirviendo, estoy perdiendo el control.
Me abro paso y avanzo. Destruyo, despojo. Te encontraré.
Sigo los pasos de nuestra historia. Y no me rindo, por más que el tiempo siga corriendo. Me adentro, me pierdo. Te busco, te pierdo. Y caigo. Mi final, por llegar.
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