Así comenzó.

Se levantó temprano, con frío. Mucho frío, pero no estaba en sus planes abrigarse. Sus pies descalzos probaron el frío de la cerámica. Había soñado con Ella, su querida. Un sueño extraño, aunque un tanto largo. La historia se desarrollaba en un bosque, oscuro, con mucha densidad. No hacía mucho calor, ni mucho frío. Sólo. Él rondaba sólo. Era felíz. Acariciaba las hojas, olía las flores. Extrañado aún, caminaba. Miraba alrededor, ¿Qué hacía sólo en el medio del bosque? ¿Qué buscaba? ¿Qué sentido tenía esa historia? No podía evitar preguntarselo. Se tomó el rostro con las manos, y sintió el sabor metálico de la sangre que caía por ellas. Estaba lastimado. Miró sus brazos, también. No tenía ropas, estaba completamente desnudo. Cansado. Sus rodillas estaban rendidas, pero Él pretendía seguir.
De un momento a otro, todo pasó. Las heridas fueron desvaneciendose, o cerrandose. Los dolores cesaron. Sus rodillas nuevamente se esforzaron por continuar. Luego de esto, mas allá de la oscuridad que invadía los espacios abiertos, surgió una luz. Y a ésta le siguió una brisa fuerte que trajo un aroma que no conocía. Un nuevo perfume. No era una planta, no era una flor, no era el olor de la tierra mojada. No. Era el aroma de una mujer. Era una bella mujer. Una hermosa mujer.
A medida que se acercaba, la luz se intensificaba. Una luz blanca pura. Una luz perfecta. Ésta se expandió hasta que Él ya no pudo ver su rostro. De pronto, una voz angelical habló. Cantó. Gritó. No había nadie mas allí que Ella, tenía que ser su voz. Era suave, como la textura del algodón. Y acompañaba cómodamente las melodías de la naturaleza. Con cada paso que daba, dejaba en el camino coloridos pétalos de rosas. Él seguía intrigado, no sabía qué hacer, ni qué decir. O si realmente debía decir algo.
De un segundo para otro, todo sonido se apagó. Solo, a lo lejos, se podía oír las olas del mar chocar contra las duras rocas. En fin, Él vagamente puede recordar lo que sucedió de ahí en adelante. Según me contó, después de que no hubo más sonidos, la luz se atenuó. Por un segundo, pudo ver su rostro una vez más. "Un segundo eterno, que durará para siempre". Alcanzó a ver sus rubios cabellos que caían hacia atras. Sus ojitos llenos de diamantes brillantes. Sus labios rosados.
Él había encontrado a la mujer mas hermosa que había visto en su vida. En su corta vida. Y esa fue la última imágen que guarda su memoria. La luz hizo una especie de explosión, y Él se desmayó. Al despertar, ya no veía nada. Ese mismo día me afirmó que el amor no es ciego, sino que él había sido cegado por el amor.