Estaba en otro lugar, en otro momento, haciendo otra cosa. No podía ni quería pensar en ella, en mi mujer. Porque la música del ascensor me había hecho recordar, y la mirada de Isabella al darse vuelta y encontrarse con mi voz, me hizo sentir. Sentir escalofríos en todo mi cuerpo. A pesar del calor agonizante, mi pecho se congeló de repente.
La última noche había animádome a llamarla, a escucharla insultarme y reir conmigo. Habíamos cambiado mucho, claro. Su voz no era la misma, su acento tampoco, mi seguridad era otra. Y esta mañana la había llamado de vuelta, pero no atendía. No sé por qué, estaría muy ocupada haciendo las maletas.
El hecho, es que la había extrañado y soñado toda la noche.
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