7.01.2015

Un dragoncito furioso.

No sé bien cuándo es que debía haber hablado. Cuándo me equivoqué y decidiste que no querías buscar en mí lo que te era necesario. Pretendí pararme en un lugar distinto y mirarte desde ahí, esperando que me admiraras y alzaras tu mano para alcanzarme. Y abrazarte ya en la cima, y no dejarte ir.
El error fue mío por creer que caminarías a mi lado por mucho tiempo más. Y que cada parte de mí que te revelaba poco a poco, iba a obligarte a quedarte. Todo lo que me gustaste, esperé gustarte a vos.
Que mis palabras te hagan reír. Que mis caricias te hagan sentir las endorfinas en tu sangre. Que mi respiración te calme.
Qué estúpido fue confiarme al manejar entre mis manos algo tan frágil. No pude percibir que te hacías pedacitos mientras yo miraba por encima tuyo.
Ahora, ¿Esperé demasiado tiempo? Es una dimensión en la que me pierdo fácilmente.
Te dije que te quiero. Te dije que te quiero! Y te quise decir, que te iba a cuidar. De los ángeles y de la muerte. De los golpes de la vida y el dolor de existir.
Quizás por intentar abarcar mucho, no logré apretar. Y perdí tu atención. Por intentarlo demasiado. Por querer jugar a los secretos y misterios.
Ahora debo pagar con la angustia, tengo que lidiar con los recuerdos. Mi cabeza líquida ensucia mi corazón con manchas de la tinta que guardé, y que debí usar hace mucho tiempo.

No hay comentarios: