El valor de los sueños.

Sentado y desesperado por una gota de color. Mirándote mover las caderas con gran encanto. Ellos pueden reír, pero te pido por favor que me lleves y me des lo que me tenés que dar. Todo ese cariño que una vez prometiste me otorgarías, como al príncipe bajo la lluvia de plata. Queman con saltos silenciosos los celos contra semejante oponente.
¿Oponente? Oponente, ¿De qué pelea? Abandonamos esta lucha hace un tiempo. No, ¿De veras abandonamos? O seguimos meciéndonos en un va y ven de miradas arrepentidas..?
Compás lento y voces suaves -casi como de algodón- acarician imperceptiblemente las cenizas de nuestro amor. Cuando decido que es hora de agitar un poco las aguas y rendirme ante el imperio que yace detrás de tus ojos. Reina la conmoción al extender tu mano sobre la mía.
¿Bailas conmigo?
¿Acaso te queda alguna duda? Fantasma de los juglares, me levanta el aura que despide tu respirar de rosas. Tomo tu cintura y te elevo sobre mis pies. Momento oportuno, arranca a pedazos el olvido y las supersticiones. Porque todo comienza otra vez cuando se trata de vos y yo. Porque desde mi mente inconsciente veo el mártir a los lejos aceptando su derrota, y yo, triunfador, te alzo entre mis brazos. Sintiendo tu pecho sobre el mío, recorriendo sin ímpetu el calor de tu espina dorsal. Como loco, mi corazón grita tu nombre con palpitaciones insuperables. Si es que tan solo aprendí a bailar cuando besaste mi mejilla y me dijiste que me querías. Podría estar así una vida eterna, pero sé que esta canción va a terminar y la realidad golpeará las puertas de nuestro pequeño cielo, ahuyentando la paz.
El aroma de mi piel rozó tus labios, casi besándolos y volvió a mi ser, inhalado contra el réquiem de una pasión quemada por los celos. Una vez más.

Bailaré con el viento hasta que la muerte nos separe.